Fujirazú

Fujirazú
Fujirazú es una novela que recupera narrativamente dos coyunturas de represión social en la historia costarricense: una ubicada en los años ochenta del siglo XX contra la gente homosexual como consecuencia de la aparición del sida, y otra anterior en los años cuarenta hacia la escasa población japonesa del país, por el estallido de la II Guerra Mundial. Contra ambas minorías (junto con alemanes e italianos) se aplicó la violencia física y simbólica, el despojo, la lista negra, la exclusión y el confinamiento, con lo que el campo de concentración apareció, no solo en Alemania, sino también en Costa Rica y en Estados Unidos. La memoria selectiva recuerda los infames campos germanos, dejando en el olvido el levantado en San José –«con tres alambradas eléctricas rodeando el edificio», según se anunciaba con bombo y platillo–, junto al Cementerio de Obreros (una ubicación,por otra parte, cargada de simbolismo) o en los desiertos norteamericanos, entre coyotes, cuervos y serpientes de cascabel. Con una perspectiva gótica que aúna brevedad e intensidad, y que no deja de lado la crítica social, Fujirazú nos recuerda en estos tiempos de nuevas pandemias y de nuevos chivos expiatorios, que los fantasmas delodio, la venganza y la discriminación nunca mueren y esperan la menor oportunidad para reencarnarse y ejercer su oficio de tinieblas
Fujirazú es una novela que recupera narrativamente dos coyunturas de represión social en la historia costarricense: una ubicada en los años ochenta del siglo XX contra la gente homosexual como consecuencia de la aparición del sida, y otra anterior en los años cuarenta hacia la escasa población japonesa del país, por el estallido de la II Guerra Mundial. Contra ambas minorías (junto con alemanes e italianos) se aplicó la violencia física y simbólica, el despojo, la lista negra, la exclusión y el confinamiento, con lo que el campo de concentración apareció, no solo en Alemania, sino también en Costa Rica y en Estados Unidos. La memoria selectiva recuerda los infames campos germanos, dejando en el olvido el levantado en San José –«con tres alambradas eléctricas rodeando el edificio», según se anunciaba con bombo y platillo–, junto al Cementerio de Obreros (una ubicación,por otra parte, cargada de simbolismo) o en los desiertos norteamericanos, entre coyotes, cuervos y serpientes de cascabel. Con una perspectiva gótica que aúna brevedad e intensidad, y que no deja de lado la crítica social, Fujirazú nos recuerda en estos tiempos de nuevas pandemias y de nuevos chivos expiatorios, que los fantasmas delodio, la venganza y la discriminación nunca mueren y esperan la menor oportunidad para reencarnarse y ejercer su oficio de tinieblas