Adictivos

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“Todavía hay autores que se decantan por lo imposible, el minimalismo irresistible de lo corriente, de lo común, de los seres absolutamente semejantes a nosotros, a los rostros difusos de la multitud. Sus materias primas están ahí a la mano, en lo que nos ocurre a diario, en las existencias mediocres, en la gente cuya única singularidad es su pequeña parcela de aire y encierro. ¿Qué puede haber de relevante en los encuentros y desencuentros de los enamorados, en los vicios sutiles, en las mejengas, en los grafitis, en los vagones de un tren? Quizá nada, pero así son nuestras vidas, así devienen, y es a partir de esas vidas que Alonso Matablanco elabora sus relatos. Comienzan con una llamada, o con una puerta que se abre al final del día, en un semáforo, y de repente usted está ahí, viéndose a sí mismo, en sus actos de cada día, en su falta de sustancia, y súbitamente, virtuosamente, el autor de estos relatos sabe dar un giro que los resignifica, que restauran el valor y conciencia del sujeto viviente.” – Germán Hernández
“Todavía hay autores que se decantan por lo imposible, el minimalismo irresistible de lo corriente, de lo común, de los seres absolutamente semejantes a nosotros, a los rostros difusos de la multitud. Sus materias primas están ahí a la mano, en lo que nos ocurre a diario, en las existencias mediocres, en la gente cuya única singularidad es su pequeña parcela de aire y encierro. ¿Qué puede haber de relevante en los encuentros y desencuentros de los enamorados, en los vicios sutiles, en las mejengas, en los grafitis, en los vagones de un tren? Quizá nada, pero así son nuestras vidas, así devienen, y es a partir de esas vidas que Alonso Matablanco elabora sus relatos. Comienzan con una llamada, o con una puerta que se abre al final del día, en un semáforo, y de repente usted está ahí, viéndose a sí mismo, en sus actos de cada día, en su falta de sustancia, y súbitamente, virtuosamente, el autor de estos relatos sabe dar un giro que los resignifica, que restauran el valor y conciencia del sujeto viviente.” – Germán Hernández