Imaginé que acababa de publicar su quinto libro. Tuvo un éxito mediano, que es el éxito al que aspira; más, sería paródico; menos, inadmisible. Como agenda típica de esos éxitos medianos, la invitan a una iniciativa vacilona: un encuentro de escritores en un crucero por ahí. “La escritura es mi tabla de salvación”, dice usted en una entrevista. Los escritores bajan en diversos puertos (las escritoras también, no me malentiendan), dan una charla y ¡pa´l barco otra vez!, a comer, beber y hacer sus necesidades.
Y en eso, una noche: una tormenta y un naufragio. Usted salva la vida y queda agarrada a una tabla en el mar infinito plagado de alimañas. No horas, días de días, en un horror de un vacui que ni sospechaba que existía. “Qué gran materia prima para mi próximo libro”, sería lo último que se le pasaría por la cabeza. La escritura, en ese momento, es una noción tan extraña como la vida.
Algo así yo en esta pandemia.
