En los ríos de la luna

En los ríos de la luna
Porque nada se había acabado en realidad, la muerte nunca llega a tiempo y alrededor de la cama encontraba a los mismos personajes señalando el reloj de pulsera repitiendo incansables el mismo estribillo. –¿Ya lo pensaste?– Y nunca se termina, porque la pesadilla, de Luciana y mía, es que siempre hay un día más, al que le sigue otro día igual, y otro y luego otro más seguido de otro y otro más al que le sigue otro igual, y luego otro, y uno más, y luego de ese otro más, y otro más al que le sigue otro y luego otro, y después de ese otro igual.
Porque nada se había acabado en realidad, la muerte nunca llega a tiempo y alrededor de la cama encontraba a los mismos personajes señalando el reloj de pulsera repitiendo incansables el mismo estribillo. –¿Ya lo pensaste?– Y nunca se termina, porque la pesadilla, de Luciana y mía, es que siempre hay un día más, al que le sigue otro día igual, y otro y luego otro más seguido de otro y otro más al que le sigue otro igual, y luego otro, y uno más, y luego de ese otro más, y otro más al que le sigue otro y luego otro, y después de ese otro igual.